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Mi álbum debut favorito: ESTADOS ALTERADOS, UN DEBUT DEFINIDO POR OPOSICIÓN.




Sin importar el género que represente, cualquier escena musical se define igual que la teoría de conjuntos que le enseñan a uno en primaria. Los distintos elementos pueden vincularse por asociación (afinidad sonora, conceptual o de origen) o por oposición (reacción frente a uno o varios de esos componentes). No recuerdo a quien le escuché decirlo por primera vez, pero con frecuencia se define al rock colombiano desde los tiempos de Rodrigo D hasta la fecha como una donde las facciones más pesadas y estridentes tienen cabida. Son una forma de reflejar y reaccionar a la vez frente a las crudas realidades que azotan al país. Las guitarras estridentes de La Pestilencia, o la mecánica turbia que se escucha una y otra vez en Parabellum o Neurosis supieron marcar una pauta más profunda en el panorama nacional que la de cualquier otro movimiento musical vinculado al rock vernáculo partiendo de esa primicia.

En mi adolescencia crecí ignorando todo eso (es más, crecí ignorando el rock durante buena parte de ella). Esa etapa de la vida generalmente se mueve también por teoría de conjuntos: las personalidades se definen por asociación u oposición. Más o menos a los 14 años comencé a introducirme en el rock al verlo como una vía que me permitía articular mejor que el reggaetón o el tropipop omnipresentes en mi colegio o en mi círculo familiar muchas de mis frustraciones, pero también muchas de mis verdaderas aspiraciones en la vida. Conforme fui acumulando referencias musicales y se fue ampliando mi espectro de lo “bueno” o “malo” en la música, fui conociendo bandas como Joy Division, Depeche Mode o The Cure, que favorecían esa mirada reflexiva, inquietante, donde la palabra por si sola tenía valor más allá de la virulencia vocal o instrumental con la que se interpretara, cosa que iba totalmente en contravía con lo poco que sabía entonces sobre rock nacional. Aunque todavía no escuchaba rock colombiano en ese momento, ya tenía claro que si llegaba a conocer una banda local de ese corte iba a ganarse mi respeto de manera automática.

Supongo que eso predispuso un poco las cosas cuando me introduje por primera vez en la música de Estados Alterados. Pero hacer reformular a una persona tan terca como yo las ideas preconcebidas del rock colombiano como un ente chatarrero, mediocre y conformista no es fácil. La cosa es que justamente eso consiguieron con “El Velo”.




No soy alguien que le preste mucha atención a las letras. Siempre hay música que por muy estúpida que pueda ser en el apartado lírico atrapa y encanta. Pero la primera vez que escuché “Si la luz no te atrae/si tu mundo es tan gris/trata de sentir más allá/de ti” me sentí flechado. Como suele suceder cuando me obsesiono con un grupo, tuve que saber todo lo que pudiese sobre ellos, y la admiración fue creciendo un tema a la vez. Por una vez, fue vínculo por asociación.

Sin embargo es difícil responder con toda certeza si Estados Alterados comenzó a forjar su sonido a fines de los ochenta reaccionando al ultra metal y los grupos punk que aparecieron en Medellín por esos días, o si pesó más la afinidad de Elvis, Ricky y Tato con el synthpop, la new wave y el post punk. No es que se llevaran mal con sus contemporáneos como Bajotierra o La Pestilencia. Pero con toda seguridad su trayectoria se presenta como una oposición a esa predominancia de lo estridente y meramente descarnado en la escena.




Oposición que toma como punto de partida el uso de sintetizadores. En una época donde no eran tan fáciles de conseguir en Colombia y su manejo no tenía nada que ver con las jugarretas de The Human League o Pet Shop Boys sino con servir de mero apoyo para los directos de grupos de música tropical, aprendieron a manejarlos mientras el país se desangraba por las guerrillas, los paramilitares y el narcotráfico. Esos dos factores motivaron el otro factor de oposición: al hacer música más introspectiva para el que iba a ser su debut discográfico, las letras se centraron menos en historias cerradas y más en un elemento universal: las emociones humanas. Incluso en canciones como “Opulencia” y “Los Guardianes” donde se narran (al menos en apariencia) situaciones concretas, se manejan mediante metáforas sobre la escala de valores que dominaba fuerte en su ciudad y sus responsables.


Desde que apareció “Muévete” como sencillo en 1989 se percibía la ambición y el aire revolucionario que importaban a Colombia. El dialogo con el oyente en frases como “trata de bailar/ baila como si murieras” es una buena evidencia de que no eran como el resto. A la vez que captura esa seña de identidad tan extraña del colombiano (sonreír incluso en los momentos más jodidos) era una invitación al escapismo de ese panorama tan desolador impuesto por los carteles de la droga. La base sintética en si misma era muy acertada e irresistible. Tanto como para volverse su canción más reconocida, y un clásico del rock colombiano a pesar de que para fines prácticos no es tan afín al género.




Por lo demás y a pesar de ligarse con un sonido tan marcado y cerrado como el del synthpop, Estados Alterados no se limita a Depeche Mode en lo que se refiere a influencias, aunque es justo decir que interpretó como nadie sus ideas. No solo en “Muévete” y “El Velo”, sino en la opresión hecha canción de “Opulencia” (no muy alejada de “Black Celebration” o “Blasphemous Rumours”) o en el inquietante instrumental “Maná”, donde rindiendo tributo a un miembro del grupo que falleció antes de hacer los primeros lanzamientos dejan ver que no es mero facilismo su fijación con los británicos. Otro instrumental, “F-3”, deja ver hasta qué punto puede dominar Tato Lopera los ruidos del sintetizador para generar un ambiente tan tétrico que por sí solo es capaz de expresar toda una época, y al mismo tiempo fascinar por cómo se coordina con los golpes de Ricky en la batería. “Quien Sabe” y “Cuando Sea El Momento” no parecen indiferentes a las maneras de Skinny Puppy o Nine Inch Nails, y hasta puede que interpretaran a su manera esa inmediatez punk de Rodrigo D en “Prototipos”.




En “La Culpa” se manifiesta esa idea de las emociones como reflejo de la realidad antes que apelar a la realidad en sí misma. Cuando en el coro Elvis dice “No tienen la culpa/No tienen a nadie/Son jóvenes solos/Buscando a alguien” de alguna manera consigue ponerse en línea no solo con la ausencia de esperanzas en un país, sino con la oscuridad de sus predecesores y el desencanto del grunge. En “Sobre Ti” parece que la neblina cubriera cada aspecto de la canción, “Hace 100 Años” bien podría emular a The Cure, “De Mi Mano” anticipa algunas ideas que van a explorar más profundamente en sus siguientes discos, y “Bajo La Mesa” explora una fascinación con el Gran Hermano y las ideas totalitarias propias de películas como 1984 o Blade Runner que desde entonces se deja ver ocasionalmente en varios temas a lo largo de su carrera.




El debut homónimo de Estados Alterados fue como una chispa en medio de un fuego distinto. Salió en un punto histórico llamativo para el rock colombiano, pues mientras el montaje inspirado en el slogan mexicano del “Rock en tu idioma” alrededor del cual se le dio prensa a Compañía Ilimitada y Pasaporte decaía, otra sensibilidad menos prefabricada aparecía de la mano del metal, el punk, los primeros discípulos del alternativo estadounidense y las primeras incursiones del “alterlatino”. Es curioso que un grupo totalmente distinto al resto en términos de estilo fuese el punto de quiebre donde los ochenta y los noventa se unen. La sensibilidad y el cuidado de los arreglos de una época, la fuerza y la presencia de otra se articulan perfectamente un tema tras otro hasta conformar un álbum particularmente subestimado. Aun teniendo a “Muévete” y “El Velo” como caballitos de batalla y sonando con fuerza en la radio, no es que fuese tan influyente en los años posteriores. Solo hasta bien entrado el nuevo milenio es que se comienza a ver el resultado de, coloquialmente, ser tuertos en tierra de ciegos en grupos como Divagash, y más recientemente en Mr Bleat o Popstitute.


Pero si es mi debut favorito en la historia del rock colombiano es por un motivo mucho más simple: fue la primera vez que un álbum colombiano me gustó sin pensar en su nacionalidad.

 

Puedes seguir a Daniel Ospina como @themockman en Twitter

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